Parroquia-e nº 37

Parroquia-e 
Número 37
14 de enero de 2015
Estoy viendo dónde vivió Jesús: Tierra Santa

En Tierra SantaHoy os escribo desde Tierra Santa, desde Jerusalén. En medio del amplio programa de viaje tuve un momento para contaros brevemente como va todo.

La lectura del evangelio del próximo domingo me viene como anillo al dedo. Tengo la gracia de ver el lugar donde vivió Jesús. También espero poder permanecer con él todos los días de mi vida como aquellos discípulos que se acercaron al Mesías.

El grupo lo formamos cuarenta y cinco personas, de las que nueve somos sacerdotes. Casi todos nos conocemos de las parroquias de Lugo y, como os decía el otro día, estamos en familia.
De momento muy bien: todo sorprendente y todo novedad, a excepción de una nevada que hizo cambiar algunas cosas.  Por lo demás sin sensación de peligro y con tranquilidad en ese sentido.

Ya visitamos Cesarea, el monte Carmelo, el Lago de Galilea, el monte de las Bienaventuranzas y de la multiplicación de los panes, Cafarnaún, Caná, Nazaret, el monte Tabor, el Lugar del Bautismo de Jesús en el Jordán, el monte Nebo, Jericó y Betania. Ayer a la noche llegamos a Jerusalem. En la parte simplemente turística del viaje visitamos Gerasa, Petra, el mar Muerto, Masada y nos adentramos en el desierto, con paseo en camello incluido.

En Caná los matrimonios renovaron los compromisos matrimoniales. En el Jordán todos renovamos las promesas bautismales. Además, todos los días celebramos la Misa en algún lugar significativo y leemos los pasajes bíblicos que mencionan o acontecieron los lugares que visitamos.

En el número de hoy solo lleva las secciones de “Palabra de Vida” y de “texto” que ya traía preparadas de Lugo. Había pensado poner fotografías, pero aquí no puedo reducirlas de tamaño, por lo que el pdf «pesa» demasiado y es imposible de enviar. En el próximo número habrá fotos y mi impresión personal de todo el viaje.

Por último. Hay personas de esta pequeña parroquia virtual que lo están pasando mal. Rezad por ellas. Yo también lo haré desde este lugar santo.

Saludos para todos.

Miguel Ángel

Palabra de Vida

Jn 1,35-42: Vieron dónde vivía y se quedaron con él.

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:

– «Éste es el Cordero de Dios.»

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:

– «¿Qué buscáis?»

Ellos le contestaron:
– «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»

Él les dijo:

– «Venid y lo veréis.»

Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:

– «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»

Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:

– «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

Texto

Lectura Patrística
En la concordia de la unidad
San Ignacio de Antioquía
Efesios 2,2 – 5,2

Es justo que vosotros glorifiquéis de todas las maneras a Jesucristo, que os ha glorificado a vosotros, de modo que, unidos en una perfecta obediencia, sumisos a vuestro obispo y al colegio presbiteral, seáis en todo santificados.

No os hablo con autoridad, como si fuera alguien. Pues, aunque estoy encarcelado por el nombre de Cristo, todavía no he llegado a la perfección en Jesucristo. Ahora, precisamente, es cuando empiezo a ser discípulo suyo y os hablo como a mis condiscípulos. Porque lo que necesito más bien es ser fortalecido por vuestra fe, por vuestras exhortaciones, vuestra paciencia, vuestra ecuanimidad. Pero, como el amor que os tengo me obliga a hablaros también acerca de vosotros, por esto me adelanto a exhortaros a que viváis unidos en el sentir de Dios. En efecto, Jesucristo, nuestra vida inseparable, expresa el sentir del Padre, como también los obispos, esparcidos por el mundo, son la expresión del sentir de Jesucristo.

Por esto debéis estar acordes con el sentir de vuestro obispo, como ya lo hacéis. Y en cuanto a vuestro colegio presbiteral, digno de Dios y del nombre que lleva, está armonizado con vuestro obispo como las cuerdas de una lira. Este vuestro acuerdo y concordia en el amor es como un himno a Jesucristo. Procurad todos vosotros formar parte de este coro, de modo que, por vuestra unión y concordia en el amor, seáis como una melodía que se eleva a una sola voz por Jesucristo al Padre, para que os escuche y os reconozca, por vuestras buenas obras, como miembros de su Hijo. Os conviene, por tanto, manteneros en una unidad perfecta, para que seáis siempre partícipes de Dios.

Si yo, en tan breve espacio de tiempo, contraje con vuestro obispo tal familiaridad, no humana, sino espiritual ¿cuánto más dichosos debo consideraros a vosotros, que estáis unidos a él como la Iglesia a Jesucristo y como Jesucristo al Padre, resultando así en todo un consentimiento unánime? Nadie se engañe: quien no está unido al altar se priva del pan de Dios. Si tanta fuerza tiene la oración de cada uno en particular, ¿cuánto más la que se hace presidida por el obispo y en unión con toda la Iglesia?

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